sábado, 30 de junio de 2012

Tierra Aragonesa(TA), Estado Aragonés(EA) y Partido Carlista (PC) impulsan una coalición permanente.

Bloque Aragonés - Religada Nazionalista (BA-RN) se constituirá como una coalición de partidos que conservando su identidad ideológica y estructura interna, compartirán un mismo proyecto político y electoral. BA-RN se definirá como nacionalista aragonés y progresista, y tendrá como objetivo llegar a representar a todas las ciudadanas y los ciudadanos aragoneses partidarios de que las Cortes de Aragón recuperen su soberanía, y constituirse en el medio para conseguirlo. El primer objetivo de la coalición será articular por una oposición sociopolítica desde la izquierda al actual Gobierno de Aragón.

En la actual situación de depresión económica y social, creemos en el camino de nuestra tradición foral, que significó durante siglos que nuestro ordenamiento jurídico e institucional eran el conjunto de leyes e instituciones dadas a sí mismos por los aragoneses sobre la base de sus costumbres y relaciones sociales, como marco básico para la recuperación social, económica y del fortalecimiento del Estado del Bienestar.

Las tres formaciones que componen la coalición, celebrarán este próximo domingo, una reunión de su Maya Nazional, en la que además participarán todos los militantes y simpatizantes en la nueva sede nacional sita en la Calle Colón número 9, en la que se ratificará la creación de la Coalición, los órganos por los que se regirá, los miembros que conformarán sus órganos, así como al Portavoz Nazional.

viernes, 20 de abril de 2012

Vuelven los setenta y sus fantasmas



Sabemos que el Cambio Climático se debe al aumento de los gases de efecto invernadero, especialmente CO2. Cada vez está más claro que hacen falta medidas urgentes, mientras el ya viejo Protocolo de Kioto se incumple sonoramente.
Y no se cumple no porque haya una conspiración de malvados capitalistas, sino simplemente porque todas las medidas propuestas para reducir los gases tóxicos se basan en consumir menos. Y consumir menos, todo el mundo lo sabe, lleva a la recesión y el desempleo. Y nadie, y menos aún las clases populares, está dispuesto a asumir tal cosa, porque los europeos en general estamos acostumbrados desde los años ’50 a basar la equidad social en las políticas de no tocar las rentas altas pero redistribuir el crecimiento económico equitativamente por medio de las políticas del Estado del Bienestar.
Desde los años 70, a raíz de la crisis del petróleo, proliferan los estudiosos de la economía y la ecología que alertan sobre los límites de la naturaleza ante el crecimiento, denuncian que el capitalismo impulsa un crecimiento económico muy por encima de la capacidad de regeneración de la naturaleza. En esos años, el Informe Meadows pronosticaba que se alcanzarían esos límites a mitad del Siglo XXI. Desde entonces y durante 40 años se han venido reclamando políticas sostenibles, la expresión “desarrollo sostenible” se ha puesto de moda, aunque frecuentemente se ha confundido con “crecimiento sostenido”.
Sin embargo, la subida del precio del petróleo de los 70 tenía causas políticas, y en los 80 volvió a bajar su precio, los neocon, dirigidos con mano de hierro por Thatcher y Reagan impulsaron políticas de crédito expansivas que permitían un crecimiento económico otra vez desaforado. Ese crecimiento del capitalismo, sin duda, contribuyó al colapso del sistema soviético, incapaz de generar dinero (deuda) en la medida en que lo hace el capitalismo, que utiliza el crédito para impulsar la producción de bienes, elevar el consumo energético para forjar “el estilo de vida” Occidental.
La caída del Bloque Soviético significaba que las clases medias de los países del Este querían ser capitalistas para llevar la opulenta vida de sus homólogas occidentales y así en los 90 se dijo que “había llegado el fin de la Historia”, esto es, que el capitalismo basado en el crédito expansivo y el crecimiento sin límites era el mejor de los mundos posibles, y además que sería siempre así. El crecimiento económico podía ir “hasta el infinito y más allá”.
Muchas voces se volvieron a alzar contra esta concepción, absurda, de la economía, de la historia y de la vida en general, pero no fueron escuchadas más que cuando se puso sobre la mesa el Cambio Climático, la prueba palpable, científicamente medible y contable, de que nuestro crecimiento estaba alcanzando los obvios límites del Planeta. Pero la burbuja financiera internacional y sus políticas de crédito expansivo; o lo que es lo mismo, pedir prestado para consumir hoy a cuenta de la riqueza que esperamos producir mañana; o como se dice habitualmente “el pan para hoy y hambre para mañana” capitalista seguía en su loca carrera hacia el abismo.
De esta manera durante 60 años las políticas socialdemócratas y democristianas de reparto del crecimiento sin afectar a las rentas altas tuvieron éxito, emitiendo deuda a cuenta del crecimiento futuro. Mientras el crecimiento económico fue importante, se construyo en Occidente una sociedad con una opulenta clase media, se conjuraron los conflictos sociales, quedando las revoluciones relegadas a países pobres, y sobre todo se hundió el Bloque Soviético: un auténtico triunfo del alegre “capitalismo con rostro humano” sobre el aburrido comunismo soviético.
Pero al final del camino, hoy, se demuestra que el crédito expansivo, ese sencillo “poner a funcionar la máquina de los billetes” tiene un límite. Aquí está la clave de la contradicción de nuestro modo de vida con la capacidad natural de regeneración del Planeta, pues los recursos no se recuperan, naturalmente, al ritmo en que producimos el crédito y/o deuda y/o dinero, porque en definitiva, el dinero no es más que crédito. Pero esta idea no es nueva, el doctor Hubbel, un geólogo norteamericano de los 70 ya la expuso en su día, ya advirtió de que el crecimiento exponencial del crédito constituiría una contradicción con la modesta regeneración aritmética de los recursos. Casi nadie le hizo caso, claro.
Además, esa expansión de crédito permite los movimientos masivos especulativos a nivel global, todavía más rápidos una vez que se han implementado los sistemas de comunicación electrónica en red. Recientemente en la UE se ha planteado la posibilidad de imponer una tasa a las transacciones comerciales internacionales para financiar a la Unión Europea, y ha fracasado pues “Merkel dice que está poco desarrollada”; pero esa idea tampoco es nueva: Un economista de los 70 ya lo expuso en su día y desde entonces se la conoce como la “Tasa Tobin”. Todavía resuenan las carcajadas de los neoliberales.
Los fantasmas de los 70 vuelven y en 40 años poco hemos hecho para conjurarlos. Durante todos estos años no se hecho nada efectivo para reducir las emisiones tóxicas a la atmósfera porque todas las soluciones pasaban por reducir el crecimiento económico, y ello, como hemos apuntado más arriba, significaba recesión y paro. Pero la realidad es tozuda y el futuro ya está aquí, no era una pesadilla de cuatro ecologistas pesados, empollones y frikis, era la verdad.
Ya tenemos aquí la recesión y el paro, ya tenemos aquí el crecimiento cero, no supimos reducir el crecimiento por nuestros medios porque el capitalismo es así, como “la polla insaciable” del chiste. Ahora debemos plantear políticas económicas que se adapten a la nueva situación: restricción del crédito, reparto de la riqueza realmente existente, o sea, mantenimiento de salarios mínimos y subsidios y subida de impuestos a las rentas altas, impulso de la I+d+i para mejorar la productividad (entendida como mejora de la relación Producción-Energía, no como hacen los empresarios y banqueros españoles: bajar los salarios para que los costes económicos se vean así reducidos pero manteniendo los costes energéticos, que a ellos les dan beneficios a costa del crédito) e impulso decidido de las energías renovables, gravamen fiscal de las transacciones financieras. O sea, entender que el crecimiento posible es el que marca la capacidad de regeneración del Planeta; y asumir que durante años eso va a significar no solo crecimiento cero, sino, incluso, recesión en muchos sectores y regiones. Y emprenderlo desde “lo público”, incluyendo bancos y empresas públicas que habrá que crear o reformar, porque el sector privado ha demostrado ser incapaz de hacerlo, a pesar de los avisos reiterados.
Y si no lo hacemos, volverá el fantasma más temido de los ’70, y no se trata de Valerio Lazarov, sino de la amenaza de una guerra nuclear.

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Durante los últimos 40 años se han publicado muchos artículos sobre este asunto, pero para redactar éste se ha tenido especialmente en cuenta, para el asunto medioambiental, el siguiente:
Margarita Mediavilla Pascual, «Cambio climático y crecimiento» publicado en julio de 2007 en el diario “El Día de Valladolid”