lunes, 11 de abril de 2011

El 23 de abril no es nuestro día nacional

Entre los nacionalistas aragoneses viene considerándose el 23 de abril como Día Nacional de Aragón. Sin embargo, esa fecha no remite a ninguna efemérides que recuerde o reafirme nuestro hecho nacional. Tan sólo es la fecha en que se realizó la primera gran manifestación autonomista, en 1978, a convocatoria del gobierno preautonómico, cuyos integrantes se hacían eco así, y daban cauce de expresión, al masivo sentir autonomista aragonés de la llamada Transición.
Esa fecha había sido elegida en el contexto de recuperación de la memoria aragonesa que venía impulsándose desde el movimiento autonomista. Igual que se recuperaron las denominaciones de nuestras instituciones, abolidas por el Borbón, se recuperó también la fecha de San Jorge, antiguo Santo Patrón del Reino de Aragón. La masiva manifestación de ese día llenó de simbolismo político, reivindicativo y popular una fecha que hasta entonces carecía de él.
El autonomismo de la Transición se hizo heredero del viejo reino, y los nacionalistas nos hemos hecho herederos de ese autonomismo. No hay que menospreciar el autonomismo de esos años, significó un despertar de la conciencia del Pueblo Aragonés imprescindible tanto para impulsar nuestro desarrollo como para consolidar un régimen mínimamente democrático. Sin embargo, Aragón ya tiene la autonomía reivindicada entonces, en buena hora, y la fecha queda reducida a una serie de actos institucionales que, este año además, se han visto recortados al máximo con la excusa de la crisis y de la cercanía de las elecciones.
Las actuales instituciones aragonesas tienen su origen en el espíritu que se plasmó aquél 23 de abril de 1978 y por tanto es lógico que continúen celebrándolo, desprovisto ya del contenido reivindicativo y popular, pero los nacionalistas aragoneses, en tanto tales, ¿qué sentido tiene que lo consideremos como Día Nacional? Considerar al nacionalismo como una superación natural del autonomismo tiene el riesgo de caer en una confusión de términos y no resultar más que la consideración del nacionalismo como una forma más de autonomismo. ¿Qué tiene que ver la reivindicación de la recuperación de la Soberanía por el Pueblo Aragonés frente al Régimen Borbónico con el 23 de abril?
Desde una perspectiva foralista y democristiana podría entenderse que el Borbón abolió nuestras instituciones, nuestras leyes y con ellos nuestro patronazgo. La recuperación de nuestras instituciones y leyes debería conllevar, lógicamente, recuperar la fecha de San Jorge como la que simboliza todo ello. La recuperación de la soberanía no debe confundirse con “volver al pasado”, hay que estudiar, pues qué significado tiene San Jorge.
San Jorge fue un caballero romano cristiano de Capadocia (en la actual Turquía), que se opuso a la persecución de los cristiano por el Emperador Diocleciano y que fue torturado y asesinado por ello un 23 de abril. La leyenda del dragón conecta con viejas leyendas paganas y, en una interpretación cristiana, el dragón sería símbolo de paganismo, el caballo blanco montado por el santo la Iglesia y San Jorge el caballero creyente.
En Aragón cuenta la vieja leyenda que durante la batalla de Alcoraz, decisiva para la conquista de Huesca por la Casa de Aragón, se apareció San Jorge en la batalla al frente de la hueste aragonesa dándonos la victoria y ganando para el escudo del Reino la cruz roja con las cuatro cabezas, que ni son de moros ni están cortadas, por cierto.
Las leyendas no son simples historietas pintorescas, cumplían una función de propaganda política y adoctrinamiento. Es obvio que cuando Pedro IV decreta en el siglo XIV el patronazgo de San Jorge sobre el Reino (trescientos años después de la batalla de Alcoraz y 1000 después del martirio del santo en Capadocia) tiene muy presente que en aquella batalla de Alcoraz, de los siete paladines enemigos vencidos, cuatro eran castellanos, que en su guerra con Castilla debía tener de su parte a una nobleza poco antes purgada sin piedad por las revueltas de La Unión (San Jorge es el patrono de la Orden de Caballería, también) y por supuesto el carácter sagrado de esa misma guerra, no sólo bendecida por el propio Papa, sino dándose la circunstancia de que como en Alcoraz, los castellanos eran aliados del Reino mulsumán de Granada, que aportaba al ejército enemigo su hueste en calidad de vasallo.
La cruz de San Jorge con sus cuatro cabezas nos recuerda todo esto, pero responde a un reino de Aragón en el que la clase dominante era la nobleza. Un Aragón de nuestros antepasados que debemos honrar y recordar, pero cuya estructura social ha cambiado afortunadamente por completo y no tiene nada que ver ni con el actual ni con el que proyectamos.
San Jorge forma parte de nuestra historia, de la medieval y de la moderna, de la pugna frente a Castilla y de la reivindicación autonómica, no está mal que nuestras instituciones la celebren, pero no tiene nada que ver con una reinvidicación popular de recuperación de la soberanía, para ello tenemos otras fecha con carga política propia: el 20 de diciembre o el 29 de junio, sin perder de vista que en una futura República Aragonesa, el día nacional, lógicamente, sería el de su proclamación como tal.

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